“¿Me entiende?”… frecuentemente es la duda que queda de los mensajes que transmitimos. En general desconocemos si el otro realmente comprendió o no lo que quisimos expresar o si lo que dijimos era lo que realmente queríamos decir. Es muy fácil atribuirles a los demás el no comprender un mensaje, pero en realidad es indispensable revisar si lo que se expresa es lo mismo que se pensaba decir.

Si se enfoca en el mensaje, la pregunta que cabría hacer es: ¿está segura o seguro de haber dicho lo que pensaba decir? Una manera de saberlo es pedirle a otro que repita exactamente lo que dijo, o mejor aún, indagar qué entendió.

No es nada fácil transformar las ideas en mensajes comprensibles para otros. Si no tenemos una lógica mínima en la organización de éstos y se ignora quiénes son los interlocutores, es posible que solo se capte una parte de nuestro mensaje o peor aún ninguna.

Contar una anécdota sencilla requiere de elementos claves para su comprensión, por ejemplo, el otro debe tener un contexto: ¿Qué hacía usted? ¿Dónde estaba? ¿Quién iba con usted? Luego de esto se puede narrar el suceso, pero teniendo en cuenta solo los hechos relevantes (corto, conciso y concreto), de lo contrario, es posible que se pierda el interés en lo que quería transmitir.

Comunicarse es un talento que todos poseemos y el poder reconocerlo y potencializarlo como una habilidad hace la diferencia en las relaciones que establecemos con las personas más significativas de nuestro entorno (familia, pareja, amigos, jefes, compañeros de trabajo), si no lo cree, fíjese en cuántos “malos entendidos” usted observa a su alrededor, cuántas personas inteligentes y capaces pierden oportunidades por su “forma de comunicarse”, y cuántos evaden la posibilidad de interactuar con los demás desperdiciando la posibilidad de conocer, aprender o mejorar sus condiciones de vida actuales.

COMUNICACIÓN ORAL

Al reconocer los elementos que componen la comunicación se suele describir lo evidente: un emisor, un receptor y un mensaje. Ver más allá permite descubrir aspectos como: El tono de la voz, el volumen y los gestos que acompañan sus expresiones. Estos aspectos marcan la diferencia en el contacto con los demás. ¿Sabe usted cómo afecta o aportan estas características en su comunicación? La invitación es a revisar estos “detalles” que le permitirán mantener la atención de su interlocutor:

  • Cómo se escucha usted mismo: grabe su voz leyendo algún cuento o narrando alguna historia y escuche con atención la manera como se expresa.
  • Cómo lo escuchan los demás: pregunte a las personas más allegadas que le describan como es su voz (tono e inflexiones al hablar) y qué creen que usted podría mejorar.
  • Observe la reacción de los demás al escucharlo: este ejercicio es uno de los más complejos, pero contribuye significativamente a notar el impacto en los demás de su expresión (al menos lo relacionado con su voz).
  • Pida a alguien que le filme mientras dialoga de manera espontánea o en presentaciones en público: Pregunte a los demás cuáles son las muletillas más frecuentes, y cuáles son sus gestos más típicos.

 

La expresión no verbal es esencial para facilitar la comprensión del mensaje: los gestos y la postura corporal son esenciales para dar a entender lo que deseamos transmitir, hablarle a un niño de 4 años desde la altura de un adulto puede restringir las posibilidades de dialogo en igualdad de condiciones, haga el ejercicio, siéntese en el suelo y pida a alguien permanecer de pie sosteniendo una conversación. Así mismo, conservar los hombros y la cabeza abajo mientras se dialoga con alguien o no mirar a los ojos puede interpretarse como desinterés. Recuerde, son “detalles” que la mayoría pasa desapercibidos.

El auto observar su postura corporal y los gestos más frecuentes en su expresión marcan la diferencia en la manera como se relaciona con los demás y puede lograr captar disposición y apertura para ser escuchado o distraerlos del mensaje que quiere comunicar.

Finalmente, estos elementos básicos van acompañados de las emociones que experimentamos y que pueden en un momento dado acompasar nuestra expresión o entorpecerla. Si no logramos identificar nuestras emociones y sentimientos, reconocerlos y aceptarlos, difícilmente seremos coherentes con el mensaje que transmitimos.

Autora:

Denisse Mena Zuluaga

Directora de Procesos Organizacionales

Grupo Awen S.A.S.